Entre la tela fina y rasposa levanto mi mirada. No, no lo suficiente, apenas, para no llegar a mi verdadero objetivo. Aún no, hasta que comande. Aunque frío, no es un duro doloroso contra las rodillas, como han dicho. Es cómodo estar aquí, está bien. Es perfecto. Lentamente paso un brazo detrás y, cautelosamente, el otro, para formar un abrazo. Un abrazo no, una instancia silenciosa, a base de gracia y de ruego.
Habrá consecuencias, avisa, y sigo sin poder levantar mis ojos, así que sonrío imperceptiblemente. Que comience el juego.
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