Un dia, a1 fin, como si despertara de su embriaguez
de amor, su marido la habia mirado largamente;
una mirada inquisidora, tierna.
- Ana Maria, dime, ¿alguna vez llegarás a quererme
como yo te quiero?
¡Dios mio, aquella humildad tan digna! A ella se
le habian agolpado las lágrimas a 1os ojos.
- Yo te quiero, Antonio, pero estoy triste.
Maria Luisa Bombal
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